Un año raro

En marzo iba a ir a cuatro días a Roma. Lo tenía todo preparado. Para agosto, aunque lo teníamos sin preparar (y mirándolo con perspectiva, menos mal) íbamos a ir a Escocia y, entre otras cosas, íbamos a viajar en el tren de Harry Potter. 



Además de pequeñas escapadas y las ya tradicionales escapadas a Salou-Port Aventura y Pirineos. 

En cuanto a viajes, iba a ser un gran año. 

Iba. 

Marzo         

No hace falta recordar lo que pasó el 14 de marzo de 2020, porque creo que se quedará en la memoria colectiva de prácticamente todo el mundo. Más concretamente, en el estado Español declararon el Estado de alarma ante la pandemia producida por el virus COVID-19. Dos semanas antes, el 25 y el 29 de febrero, en el pueblo celebrábamos Carnavales y cinco días después nos íbamos a Roma. 

El viaje estaba preparado desde principios de diciembre del año pasado. Salíamos de Madrid por lo que íbamos a ir en coche hasta allí y luego dos nos volvíamos en domingo porque al día siguiente teníamos que trabajar y otras dos el lunes. Las que volvíamos el domingo también cogimos el billete para el autobús de vuelta a casa, después de muchas llamadas y muchas consultas de horario. Lo teníamos todo preparado. Solo faltaba que llegase la fecha, el 19 de marzo. 

Los días previos al 13 de marzo fueron muy movidos. No solo por la pandemia que estaba empezando a hacer efecto, sino porque a nivel personal y profesional pasaron un par de cosas, a los que se unió el dilema del viaje. Las noticias que llegaban desde Italia cada vez eran peores. Según contaban allí la cosa se estaba descontrolando. Pero, según contaban también, solo era al norte. Roma no parecía estar tan mal... Así que seguíamos adelante. Hasta que la propia compañía de vuelo nos canceló la vuelta a las que volvíamos el domingo. Las del lunes seguía en pie. Así que con teníamos dos opciones: seguir adelante y volver el lunes, con lo que eso conllevaba (perder clase, pedir un día más de fiesta en el trabajo...) o cancelar todo el viaje. Poco a poco los ánimos del grupo de las cinco que íbamos a ir iba decayendo. La que volvía conmigo el domingo quería cancelar, directamente, mientras que las demás seguíamos dispuestas a ir. 

Hasta que el Gobierno de España prohibió los vuelos a Italia y entonces fue la misma compañía la que nos canceló el viaje. La verdad es que para ese entonces ya teníamos bastante claro que no íbamos a poder viajar. Es más, decidimos no viajar, y al día siguientes sin que nos diera tiempo a cancelar nada, nos cancelaron los vuelos. Por eso las que nos cancelaron el vuelo del domingo tampoco hicimos nada para cambiar de fecha ni nada. Era obvio que al final no íbamos a poder ir. 

Tuvimos suerte con la cancelación ya que como fueron los primeros días de la pandemia, de cancelaciones y cierre de fronteras, no tuvimos ningún problema con el reembolso del dinero; tanto los vuelos como el autobús. A los días del aviso de cancelación recibimos el dinero. 

Fueron unos días muy movidos, muy inestables. Más teniendo en cuenta que en Navarra, y en mi pueblo en particular, no se notaba el alcance de la pandemia. Lo que nos contaban por las redes y por la televisión no tenía nada que ver con lo que vivíamos aquí, ya que la incidencia era nula. A pesar de haber estado celebrando carnavales, con miles de personas que vinieron de fuera a verlos. Por eso aguantamos hasta el último minuto con los planes del viaje. Porque si para la gente era increíble lo que estaba pasando, aquí era ciencia ficción. 

Pero como a todo el estado nos encerraron el 16 de marzo. 

No cuento nada nuevo, pero era una sensación rara. Por una parte pensaba que iba a durar poco, que en nada estaríamos en la calle, y por otra creía que nada iba a ser lo que era. Y así está siendo, por ahora. 

Fue una de las primeras cosas que apunté en la agenda

Roma era uno de los grandes viajes que tenía planeados para 2020. Después en agosto teníamos pensado ir a Escocia. No lo teníamos preparado, por suerte. El viaje de agosto lo solemos preparar hacia marzo o abril. Así que bueno, "dolió" menos. Pero sigue doliendo. 

Pero no solo se cancelaron viajes. En mayo nos cancelaron el espectáculo que teníamos la compañía de baile para hacer en un pueblo de Bizkaia. Era la primera vez que nos contrataban fuera de Navarra, fuera de nuestra zona, y estábamos súper ilusionadas. Es más, después de cancelar el viaje a Roma estuvimos mirando casas rurales en el pueblo para poder quedarnos a pasar el finde. Poco a poco se fue acercando la fecha... y al final se canceló. 

Se cancelaron todas las fiestas de todos los pueblos. 

Barcelona vacía         

Por suerte, en verano los gobiernos decidieron darnos un pequeño respiro viendo que los datos de positivos por coronavirus iban bajando. 

A principios de agosto nos fuimos tres amigas a Salou. Fue un plan bastante de última hora ya que en un principio íbamos a ir a principios de septiembre como el año anterior, pero no cuadraban agendas y decidimos ir en agosto. Teniendo en cuenta la situación, que la gente no estaba optando por ir a la costa, no tuvimos ningún problema en escoger alojamiento. Además, pudimos permitirnos ir un día más. Al final, fuimos de martes a viernes a un apartamento cerca del Cap de Salou. 

Nuevo complemento: la mascarilla

Por una parte, en mi mente era como que no pasaba nada, como que todo seguía igual, pero por otra me daba un poco de miedo. No sabía lo que me iba a encontrar. 

Y lo que nos encontramos fue un Salou vacío. Triste. Sin turistas. Sin vida. Sobre todo en la zona "guiri", es decir, en la zona de arriba donde están los bares destinados a turistas anglosajones y la zona más hotelera me recordaba realmente a una película post-apocaliptica. Al pasar por los hoteles cerrados me esperaba que de un momento a otro aparecieran los zombies encerrados en los mismos. Era muy triste. 

Los hoteles de Salou estaban completamente vacíos

La zona del paseo tenía más vida, pero tampoco la propia de principios de agosto en Salou. Había gente, pero no tenía nada que ver con otros agostos. La sensación era rara. No se puede describir de otra forma. Y el tener que llevar la mascarilla a todos los sitios no ayudaba a mejorar la situación, claro. Las discotecas estaban cerradas... Pero pudimos ir a Salou. 

Por la zona del paseo había algo más de vida

El último día fuimos a Barcelona, y si la sensación en Salou era rara, en Barcelona no tenía descripción. Ver Barcelona vacía en pleno agosto... te quedas sin palabras. Es toda una experiencia. Era algo que había que conocer en el 2020. Impresiona mucho. La gente me decía que cuidado que había muchos casos, que estábamos locas por ir... pero si no había gente por la calle. Mientras en Asturias no entraba un alfiler. 

Barri Gotic de Barcelona completamente vacío en pleno agosto

Hicimos visita rápida por Barcelona, más que el año anterior, y volvimos a casa. 

Pirineos masificados           

Sin faltar a nuestra cita de todos los años, este verano también fuimos de vacaciones a Ainsa, al Pirineo de Huesca, y conté la experiencia en este Preparando la maleta. El monte no cogía más coches, el pueblo totalmente masificado... Menuda paradoja: Barcelona sola y Ainsa llena. 

La Plaza Mayor de Ainsa llena de gente

Al final tuvimos que buscar alternativas. 

Broto

Esta situación tan extraña y surrealista, de que las grandes ciudades turísticas estuvieran vacías mientras que las zonas rurales como los Pirineos o Asturias y Cantabria estuviera repletos hasta dar verdadero asco, me hizo pensar en toda esta moda de los travelblogger o viajeros o llámalos X. Este año se han dado cuenta de lo maravilloso que es el Estado. Este año por causa de la pandemia se han dignado a visitar sitios como Asturias, Cantabria e incluso Andalucía. Porque quien quiere ir a Asturias cuando puede ir a Tailandia. Por favor. Asturias no es cool. Y así como de la nada este año Asturias era la rehostia. Era lo más bonito del mundo. Hubo un momento que la situación, de verdad, me dio mucho-mucho asco. 

Por no hablar de que Asturias pasó de ser una de las comunidades con mejores datos de coronavirus durante los primeros meses, mientras que fue de las primeras en entrar en la segunda ola. ¿Qué sorpresa, no? Me mosqueo mucho con esto. 

Porque yo nunca me he podido permitir súper grandes viajes al extranjero. Siempre he viajado cerca. Además de que pudiéndomelos permitir también, primero quiero conocer lo que tengo cerca. No tiene sentido irte a la otra punta del mundo sin haber conocido lo que tienes cerca. Además, otro súper consejito súper molón: Viajar es algo más que hacerte cuatro fotos en cuatro monumentos que no sabes ni lo que significan. Viajar significa empaparte del lugar, su historia, su idiosincrasia, su todo. Esas fotos con esos poses tan antinaturales y luego no saber que ese pueblo fue conquistado, por decir algo... me parece súper frívolo. Pero, oye, allá cada cuál. 

Si algo he aprendido con esto de la pandemia, es que los planes hay que hacerlos en su justa medida; que las cosas hay que hacerlas cuando llegan, nada de esperar, porque puede ser demasiado tarde, y que hay que hacer lo que de verdad te guste sin miedo a el que dirán o que pensarán. 

Visitas de cercanía           

Y entre que cerraban y abrían fronteras, confinaban la comunidad y no la confinaban... Este año hemos hecho, como todos los años, pero quizás por las ganas de salir de casa este año más, pequeñas escapadas a lugares muy cercanos. Por ejemplo, a la ermita de San Pedro entre Altsasu y Urdiain o al Santuario de San Miguel de Aralar.




Tampoco faltó la visita a Donostia. Aunque tristemente solo pudo ser un día.  Y alguna otra excursión que me dejo. 


2021         

A este año no le pido nada. Ya se han cancelado los carnavales, el día más especial del año para mí y parece que esto va para largo. Así que, en realidad, creo que la cosa por ahora va a cambiar bastante poco. Por ahora intentaré seguir escribiendo por lo menos una entrada al mes. Es una de las pocos propósitos que la situación me dejó cumplir. 

Solo quiero pensar que volveremos a viajar. 

Quien sabe.



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